viernes, 23 de octubre de 2009

Boceto: Durden Daedalus.

La última vez que se sonrió fue hacía unas pocas semanas, escondido bajo un parapeto hecho con su ajada mesa del despacho; y es escalofriante pero la mueca surgió cuando teniendo a un acreedor a tiro, que a su vez lo estaba encañonando con un arma corta, una de esas pistolas rusas de quien compra lo que le venden, su M29 se encasquilló. Sonrió justo en el momento en el que sonó el chasquido metálico y no la detonación. Nunca sabremos el porqué de esa sonrisa, tal vez se sintió más vivo durante una fracción de segundo, tal vez lo vió como algo que le sacaba de la rutina, tal vez el verlo como una pausa antes de cargarse a ese tío que por un momento pensó que saldría airoso de allí... difícil acertar. De lo que podemos estar seguros es de que no era una sonrisa nerviosa, no siendo el detective Daedalus.
Ese episodio terminó como tenía que terminar, con parte del temerario tipo que entró sin llamar en el suelo, y otras partes en la pared y en el techo...

A pesar de que era la segunda vez que le pasaba no ha cambiado de arma, y es que la conoce a la perfección: la caída, el peso, la empuñadura... es complicado crear un vínculo así con un objeto y no iba a despedir a su metálica empleada después de tantos años de buen servicio.

En realidad cuando se hace el esfuerzo de abstraerse de los estándares de comportamiento y se piensa en un registro alternativo, ligeramente patológico por "solitario" y asocial, lejos de ser alguien frío y sin sentimientos, Durden cree en cosas y quiere cosas... tiene una unión casi sentimental con sus dos compañeras: "Señora" (que es como llama a su Smith & Wesson) y su ciudad, Madrid, "la Dama". Lee revistas de historia, escucha música, una vez o dos al año pesca en el Manzanares y luego devuelve los trofeos (menos si son "jodidas percas invasoras"), religiosamente cada domingo va Casa Pepe a la hora del partido y se toma dos armagnac de espaldas a la televisión, ni siquiera se entera del resultado... y muchas otras cosas que no enumeraré por no aburrir al contubernio que lea estas líneas.

sábado, 3 de octubre de 2009

Dicotomía de la musa; cuerpo y mente.

Se ha ido la musa? Se habrá ido con las musarañas? Estará tras una muselina que la vela y la veda? o una verja verde con su pintura desconchada, que enseña la vergüenza de su óxido (su verdadera naturaleza) la mantiene recluida? Si es así, está a esa distancia frustrante que es 1 cm más que la longitud desde la punta del dedo al punto de dolor donde se te clava el hierro en la axila?
Que hay que hacer? Crecer? Esperar? Quedarse quieto mirando o correr para ver? Probablemente cambiar el registro para poder crecer esperando, esperar creciendo y sobre todo correr quieto... volar por el suelo.